Un asistente de primera
Ingresar al predio que la AFA posee a la vera de la autopista Ricchieri a pocos kilómetros del aeropuerto de Ezeiza, es una experiencia fascinante ya que, no son muchos los casos donde lo que llamamos primer mundo, se vincula con la organización y estructuras del fútbol argentino.
Después de una exigente registración, el tránsito por los caminos internos de este complejo nos va proponiendo un viaje a postales amigables que invitan a una inevitable semblanza con otros en su tipo en lugares exclusivos de este planeta por la belleza de su parquización y el enclave de vegetación abundante que por su naturaleza brindan los bosque de Ezeiza.
En esas casi 50 hectáreas, todo lo que el hombre ha edificado está pensado y diseñado en base a normas internacionales y el mantenimiento de ese gran espacio, también se ajusta a los delicados detalles que exigen las diferentes estaciones del año; en el predio siempre es primavera.
Ni siquiera los aspectos espirituales están descuidados ya que la capilla San Francisco de Asís, ilumina y protege a los devotos del lugar ya sean las jóvenes esperanzas del fútbol argentino como las consagradas estrellas del momento; un lugar bello donde acunar los mejores sueños albicelestes más que una obligación profesional, es un deber, un privilegio para cualquiera.
JORGE PAUTASSO,
UNA VIDA DE PELICULA
Tomar contacto con el cuerpo técnico de la Selección Mayor de nuestro país requiere de relaciones afiatadas y una saludable dosis de ambición profesional, ya nos ocupamos de su líder en la publicación anterior pero, no toda esta compleja disciplina de trabajo empieza y termina en Gerardo Martino, se prolonga en el resto de un equipo donde los roles son sagrados y las responsabilidades asumidas, la clave del éxito. En esa estructura un escalón debajo del jefe técnico, se encuentra Jorge Pautasso, amigo y mano de derecha del Tata Martino desde que se eligieron para armar un tándem compacto hace 17 años y abocarse al duro oficio de entrenar equipos como aquel Almirante Brown de Arrecifes en la B Nacional, donde comenzara esta historia de fidelidad, sacrificio y ensueño.
Jorge Pautasso, “loche” para sus amigos de la infancia, nació en nuestra ciudad y cada vez que la agenda de partidos se lo permite, sede a la tentación de reencontrarse con los afectos, olores y sabores del barrio Villa Rosas, allí siempre estarán sus referentes, Remigio y Emilse, sus padres que como sucedía en tiempos de su adolescencia cuando decidió probar suerte en Ñulls, todavía lo esperan para abrigarlo y contenerlo.
Un largo camino en el fútbol avala este guiño cómplice de la suerte; como jugador fue campeón con La Lepra del piojo Yudica en 1988 y después ya como ayudante técnico de Martino, repitiendo el halago hace dos años, en una consagración para la posteridad del elenco rosarino.
No retacea elogios el entrenador nacional cuando se le propone describir esta relación “primero se trata de un gran amigo con él estamos juntos desde los 18 años cuando empezamos a jugar desde Ñulls en las selecciones juveniles argentinas y que hoy se prolonga en la estrecha relación que por ejemplo tienen nuestros hijos” y ya entrando en el terreno más específico “Jorge tiene una gran capacidad de trabajo y muy buena observación del fútbol con lo cual si además de todas estas condiciones, es un gran amigo, la situación es ideal”
“Nosotros somos de una generación intermedia y entendemos que esto también se mejora con la continuidad de la relación, hoy es más común que los grupos de trabajo se desarmen pero yo creo en la prolongación del vínculo, empezamos todos y terminamos todos”; para el final Gerardo Martino se refirió a la hipótesis de una separación laboral “yo le daría total libertad si un día me manifestara su intención de querer armar su propio equipo como entrenador principal, de hecho, pudo haber pasado y él no quiso, a mí me gustaría que lo intente porque tiene la capacidad para hacerlo pero bueno, nosotros seguiremos como hasta ahora dentro y fuera de estas responsabilidades, empezamos desde muy abajo y llegamos muy arriba, de manera que nunca uno sabe cuándo le va a picar el bichito de descansar un tiempo o de intentarlo solo.”
El tema se había agotado, ya empezaba a sugerir el clima de la charla, entrar en el terreno de las anécdotas y las vivencias de un grupo de trabajo altamente calificado que puso en marcha esa usina de aspiraciones en un humilde club de la provincia de Buenos Aires, que luego se extendió en otros puertos del ascenso para despegar de manera irreversible en el fútbol mundial. Paraguay y el mundial de Sudáfrica, Barcelona y una ilusión truncada por resultados esquivos y ahora, la Selección Nacional después de la Copa América de Chile y antes de las eliminatorias al mundial de Rusia y los Juegos Olímpicos de Río, pero eso, quedará para otro encuentro.
En todo este derrotero fantástico, también un rafaelino, nacido en las entrañas de la “república de Villa Rosas”.