No nos rindió cuentas
No me voy a olvidar nunca. Habían pasado pocos días del retorno a casa, a Radio El Espectador, y pasados unos minutos de 1 de la tarde llamaron de la producción. Del otro lado la voz de Paula “murió Grondona. Néstor me pidió que te llame”. Creo que fui el primero de este notable equipo de periodistas en pronunciar alguna palabra al respecto. No recuerdo bien qué dije, pero sí recuerdo que quedé conforme con el parlamento. Y recuerdo perfectamente la conclusión: “se fue sin rendirnos cuentas”.
Pasó un año de aquello, pero Grondona sigue presente. Está vivo en la dirigencia irresponsable e inescrupulosa que decide sobre lo deportivo y económico de este deporte. Está vivo en la permanente utilización de la principal pasión argentina por parte de los poderes más encumbrados. Está vivo en la falta de resolución de la violencia. Está vivo en la subsistencia indigna del fútbol del interior. Está vivo en el temor de dirigentes que no se atreven a patear el tablero para cambiarlo todo. Está vivo hasta en la FIFA, donde ya no es un secreto que fue él quien pergeñó ese entramado de negociados y dinero, con beneficios extraordinarios para personas de carne y hueso.
Si pensamos sólo en términos deportivos, en ese análisis que hacen los que sólo hablan de la “pelota”, hay que decir que se fue y seguimos sin ganar nada. Hemos gozado en los últimos 10 años de la mejor generación de la historia del fútbol argentino, con al menos un equipo brillando individualmente en las grandes potencias del planeta, con técnicos reconocidos a nivel mundial, la participación de un tal Messi, pero seguimos chocando con la barrera coherente que el destino nos impone.
Grondona se fue sin rendirnos cuentas. Nos dejó manoseados, maltrechos, corrompidos y, encima, con todo el planeta señalándonos con el dedo índice.